Onnie brinda acompañamiento terapéutico a menores de edad, jóvenes y familias que huyeron de sus países de origen y presentan sintomatología o trastornos de salud mental agudos (estrés postraumático, flashbacks o ansiedad) debido a eventos traumáticos y de violencia extrema cometida por pandillas, grupos criminales y otros actores.
Alicia de la Rosa es una psicóloga experta en terapia asistida con perros. Ella y Onnie, un labrador de cuatro años, brindan acompañamiento psicoterapéutico a víctimas de tortura y violencia extrema en el Centro de Atención Integral (CAI); un espacio de la organización internacional Médicos Sin Fronteras (MSF) ubicado en la Ciudad de México, donde un equipo médico interdisciplinario brinda atención integral a esta población.
Onnie está entrenado para brindar acompañamiento terapéutico a niños, niñas, adolescentes, personas mayores y con discapacidad. La asistencia que brindan Onnie y Alicia en el centro es un componente de la atención psicoemocional que reciben algunos pacientes ahí.
“Algunas de las personas que han experimentado situaciones traumáticas de violencia extrema y o tortura tienen dificultades para expresar sus emociones y, confiar nuevamente en los demás y en su entorno. Trabajar con Onnie les permite derribar ciertas resistencias para que puedan abrirse con los terapeutas y sientan confianza de poder hablar de las situaciones tan duras que han experimentado. Los pacientes de este centro han sido víctimas de secuestros, torturas, prostitución forzada, amenazas, mutilaciones, violencia sexual, reclutamiento forzado por el crimen organizado o incluso han presenciado el asesinato de algún familiar”, comenta Alicia.
Los perros de asistencia son entrenados desde que son muy pequeños. Onnie comenzó su entrenamiento siendo un cachorro, en el que estuvo expuesto a diferentes estímulos sonoros, de texturas, ambientes, diferentes tipos de personas y objetos. Al cumplir un año, inició su entrenamiento para convertirse en un perro de terapia. Dicho entrenamiento estuvo acompañado con clases de obediencia básica como aprender a sentarse, echarse, girar, dar la “patita”, brincar y colocarse para que los pacientes con dificultades motrices los cepillen y acaricien.
La terapia con perros también funciona como una proyección, en la que algunos pacientes reflejan y expresan a través de ellos lo que sienten. “Hay personas con traumas complejos que no pueden decir: – ¡Hoy estoy muy triste!; pero dicen: – Hoy veo triste a Onnie y es cuando el equipo de psicoterapeutas los usamos como sujetos transicionales para conocer sus estados de ánimo. Los pacientes también trasladan la confianza que sienten por los perros hacia el terapeuta. Piensan: – Si Onnie quiere estar con Alicia, significa que puedo confiar en ella”, explica.
Actualmente Onnie brinda acompañamiento a diferentes pacientes en el CAI; menores de edad, jóvenes y familias que huyeron de sus países de origen y que presentan sintomatología o trastornos de salud mental agudos (estrés postraumático, flashbacks o ansiedad) debido a eventos traumáticos y de violencia extrema cometida por pandillas, grupos criminales y otros actores.
“Onnie está apoyando a dos pacientes para que logren verbalizar las experiencias traumáticas a las que fueron sometidos y de esta manera puedan resignificar sus experiencias y aprendan a ponerle nombre a sus emociones y sentimientos”, cuenta Alicia. Uno de ellos, es un joven que suele suprimir recuerdos dolorosos y se bloquea. Cuando comienza a recordar experiencias traumáticas no es capaz de hablar o pensar. Es entonces cuando Onnie entra en acción. “Juntos hacen diferentes actividades y ejercicios que le permiten sentirse más relajado y con mucha mayor capacidad para hablar de lo que le provocan esos recuerdos y no sentirse amenazado”, señala.
La otra paciente de Onnie tiene problemas de desconexión entre su mente y la realidad; también suele lastimarse así misma a propósito, “autolesionarse” y ha tenido que ser hospitalizada como consecuencia
de ello. “Con ella intentamos que logre anticipar cuándo comienzan los síntomas de ansiedad y los pensamientos recurrentes. Onnie estuvo con ella en una de sus crisis y lo que hizo fue comenzar a ejercer presión con sus patitas sobre el regazo de la joven. Empezó a lamerla para que fuera consciente de su cuerpo en ese momento. Hoy en día la paciente ha tenido bastante mejoría, llevamos tres semanas sin que se presente ninguna crisis”, afirma Alicia.
Una vez alcanzados los objetivos terapéuticos fijados por el grupo médico interdisciplinario de MSF, durante el proceso terapéutico de cada paciente y de la mano con el equipo de psicólogos y terapeutas que intervienen en el tratamiento, Onnie puede concluir su terapía. “Se prepara a los pacientes y con anticipación se les dice: – Vamos a continuar con nuestras visitas de aquí a tal fecha. Esto es debido a que se establecen vínculos afectivos con los perros y es importante cerrar positivamente este lazo de cariño”, señala Alicia.
Hace dos años que Onnie y Alicia forman parte del equipo CAI. “Estamos muy contentos. Junto a los médicos, psicólogos, trabajadores sociales, fisioterapeutas y todas las personas que intervenimos en el tratamiento de los sobrevivientes, hemos logrado llevar a buen término la recuperación de nuestros pacientes. Lograr avances, ver mejoría en la calidad de vida de estas personas que han sufrido tantas cosas y que llegan al centro tan afectadas, es algo que nos genera muchísima satisfacción”, concluye Alicia.