PUMA

Pumita querido, «Espuma» según tu hermanita humana cuando era más chiquita, eras el primero en saludarme a la mañana, cuando me bañaba y desde el altillo asomabas tu cabecita por el respiradero de la ducha, maullando. Siempre saludabas con tus maullidos a quienes esperaban el colectivo en la puerta de casa pidiendo sus mimos y haciendo más grata la espera. Todo un caballero acompañando a las vecinas hasta la otra esquina, o quién sabe hasta dónde. Todos te conocían, incluso de varias cuadras alrededor, identificaban nuestra casa por el gato atigrado que reposaba majestuoso entre las plantas del jardín, a tal punto que cuando por alguna razón tenía que indicarle a alguien dónde vivía, me decían «Ah, sí, la casa donde está el gato». Los vecinos amigos tuyos preguntan por vos. Eras el gato del barrio. Te extrañamos mucho!

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