Mechi Margalot tuvo mucha suerte, convivió durante once años junto a un ser que solo se esforzó por hacerla feliz. Nunca le pidió nada a cambio. Como dijo la ex Leona, hay que saber amarlos en vida y aprender a soltarlos cuando ellos lo decidan. Renata así lo hizo y decidió irse hace más de un mes en los brazos de su humana favorita.
Fotografía: Flor Daniel
Cuál es tu primer recuerdo juntas?
Renata fue un regalo, diría hoy que el mejor regalo que me ha dado la vida. Durante once años tengo infinidad de recuerdos con ella. De chiquita tuvo moquillo, motivo por el cual me pase varios meses visitando al veterinario día por medio, preparándole pollito, dándole vacunas y pendiente de su día a día. No hubo una sola vez en todos esos meses, donde haya escuchado una queja de dolor de su parte. Ella tranquila se quedaba para que la revisen, la lleven y traigan. A cada uno que pasaba le movía la cola sin importar cual mal se sentía. Ahí me di cuenta cuan especial era esa cachorra de tan solo tres meses que peleó día a día para salir adelante.
Qué es lo que más les gustaba hacer?
Nada en particular y a su vez todo lo que estaba a su alcance. Renata se acostumbró a mi ritmo de vida y a acompañarme todos los días a mis actividades. Desde entrenamiento, hasta ESPN, a terapia, a donde sea. Siempre que el lugar permita perros, ella estaba conmigo ahí. Y en el caso de no poder entrar, o me esperaba afuera o en el auto, pero siempre feliz de saberse conmigo. Lo que si amaba hacer era acompañarme a mis partidos al club. Ahí corría toda la tarde y a medida que pasaba el partido yo desde la cancha la veía como de a poco se iba poniendo cada vez mas negra. Siempre le apasionó una canaleta de barro que se formaba al costado de la cancha. Llegaba rubia al club, y me la llevaba extenuada y negra.
Porqué Renata era tan especial? Qué cosas la diferenciaba del resto?
Asumo que para todos los que tenemos perros, el nuestro de alguna manera es “especial”, pero les aseguro que Renata lo era, frente a los ojos objetivos de cualquiera. Era dócil, cariñosa y tranquila. Nunca ladraba, no era cargosa ni maleducada. Lograba que cada persona que estaba cerca de ella, la termine queriendo con el alma. Era especial para su paseador, para su veterinaria, para desconocidos que automáticamente dejaban de serlo cuando la conocían. Renata entraba al estudio de radio y de televisión, ha ido a consultorio odontológico, a terapia, a entrenamientos del seleccionado. Tan especial era, que uno ya la trataba como un ser humano. Tenía la mirada más dulce y así conquistó a varios pero, una de las cosas más maravillosas de ella, es que durante todos sus años de vida, le cambió la perspectiva de lo que es un perro a mucha gente. Incluso aquellos que le tenían miedo a los perros, o por algún motivo no les gustaban, ella los daba vuelta como una media y se los metía en el bolsillo.
En qué cosas se parecía a vos?
En muchas, en su tranquilidad principalmente y en su manera de expresar amor. Renata era cariñosa a su manera, siempre iba a estar a mi lado, pegadiza como un abrojo. Amaba que la toque, que la acaricie, que la mime, pero sin agarrarla ni asfixiarla. Se acostaba a mi lado, me pedía mimos, pero llegaba la noche, y al ratito de apagar la luz, se bajaba y dormía a mis pies. Siempre cerca, siempre fiel, pero independiente también.
Cuál es su mejor anécdota juntas?
Tengo millones de anécdotas juntas, difícilmente pueda escribir una sola. No se si cuenta como anécdota, pero si como uno de los momentos de mayor felicidad. El día que dio a luz a sus seis hijitos. Domingo a la mañana, me despierto y ella estaba en el living acostada mirándome con esos ojitos de “no entiendo que me está pasando”. Eran contracciones. Me empezó a lamer la manos pidiéndome ayuda. Luego todo fue un acto de amor de ella con cada uno de sus bebes. Fue perfecta, tuvo 3 machos y 3 hembras, uno atrás del otro. Los limpiaba y cuidaba con tanta delicadeza que era digno de emocionarse. Vinieron varios amigos a presenciar el parto, ella era así de generosa, dejaba que todos vean y estén a su lado. Fue la mejor madre del mundo, les seguía dando de comer a los cachorros, aún a costa del dolor que le generaban los colmillos de los enanos. Creo que es algo que nunca me voy a olvidar.
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