Humberto Tortonese

Humberto Tortonese & Manuel

Por: Guadalupe Santomé Osuna

Fotografía: José Pereyra Lucena

Él es actor y comediante, bien conocido por su versatilidad y talento. Pero es mucho más que un artista: es amante de los animales y no concibe la vida sin entregarle todo su amor a un perro. Margarita y Angélica, le enseñaron lo que es la lealtad, pero el verdadero desafío llegó con Manuel, quien apareció de repente en su casa a tan sólo 6 meses de la pérdida de su perra Alicia, el gran amor de su vida. Hoy, cree que es el ángel que ella le envió para rescatarlo de la tristeza y convertir todo ese dolor en amor. 

¿Cuál es el primer recuerdo que tenés de un animal en tu vida?

Yo siempre fui muy perrero y muy de los animales desde chico. Me encantan. Tengo el recuerdo de que una vez me “perdí” en Mar del Plata por tocar un animal. En realidad yo veía un perro y me quedaba ahí con él, y pensaron que estaba perdido, pero no: estaba en las carpas acariciándolo. Pero recuerdo bien a mi primer perro, el que estuvo en mi casa. Me lo había regalado mi tío de La Pampa porque yo adoraba los perros. Me acuerdo de que me lo trajo en una caja enorme y cuando la vi salir, fue una locura. Tendría unos 7 años. Le habíamos puesto Yuyita porque se escondía entre los yuyos y no la veías. Ella vivió mucho tiempo, como 14 años. Ya de grande tuve a Margarita, una perra que vivió como 16 años, y después llegó su hija, Angélica, que también vivió muchísimo. Después, cuando ambas murieron, al año llegó Alicia. Fue muy curioso, porque yo en realidad no quería saber nada sobre tener mascotas otra vez… pero por algo dudé. Me la trajeron y ella me abrazó y se quedó conmigo. ¿Viste que los perros tienen algo, que saben cuándo llegar? Bueno, así. Alicia fue el sueño de mi vida: era una perra increíble. Pero a los 7 años le dio cáncer y murió, me dejó un vacío enorme.

¿Y cómo llegó Manuel a tu vida?

Yo creo que a Manuel me lo mandó Alicia. Después de su pérdida yo estaba muy triste: habían pasado unos 6 meses, no quería estar en mi casa y, de golpe, aparece este perro sin collar. Yo dije: “Este perro es de alguien”, pero nunca encontré a la familia, a pesar de que la busqué por días. Se ve que lo habían tirado o se habría escapado, porque era un perro bastante intenso. Tendría unos 4 meses cuando llegó. Yo estaba nervioso porque no encontraba de quién era y el perro ya estaba instalado en mi casa desde el primer día: él me eligió. Su llegada fue maravillosa, porque dormía en los mismos lugares que Alicia, corría, jugaba. Lo único “malo” era que no subía las escaleras para poder ir a mi cuarto, y los primeros días lo llevaba a upa, hasta que dije: “No, tenés que aprender; yo no voy a estar levantando 20 kilos para subir al cuarto”. Y aprendió, y el primer día acostó de mi lado de la cama. En ese momento me tenía que ir a trabajar porque estaba haciendo una nota de un documental sobre Manuel Puig y, cuando comento la situación me dicen: “Humberto, si te lo quedás, ponéle Manuel”.

Tenés una cosa muy curiosa de ponerle nombres de personas a los perros…

Es algo que me sale natural: los veo y se me ocurren. Me pasó con Alicia, con Angélica y con Margarita también. Les da mucha personalidad. Y Manuel es genial.

En tu Instagram subís videos leyendo libros con Manuel, ¿cómo empezó esa dinámica entre ustedes?

En realidad, eso empezó con Alicia, es algo que viene de ella. Pasó de forma natural. Yo antes me sentaba en el sillón con un libro a leer y ella venía y se quedaba pegada al lado mío. Empecé a leer en voz alta y un día lo filmé y lo subí. Después también hice la misma dinámica con Manuel, que es más inquieto. Capaz lo agarraba en un momento donde estaba sentado o relajado y yo le leía. Hoy es algo que compartimos: lo relaja muchísimo.

¿Cuál es el momento del día que más disfrutás con él?

Lo disfruto todos los días. Manuel tiene una cosa de exigencia única. Hay un momento que es muy lindo porque él sabe la rutina y quiere salir a pasear apenas nos levantamos. Con él descubrí que “sacar al perro” no es solamente un trámite: también es un momento para salir uno mismo y, sobre todo, es SU momento. Él lo espera. A veces las personas estamos con tantas cosas que nos olvidamos de lo importante, pero cuando empecé a tomar el paseo como un paréntesis de relajación, llegaba un momento en el que lo sacaba a pasear a cada rato. Está todo el tiempo pegado a mí: me meto a la cama a ver una serie y él se me pega en los pies; me muevo y se corre. Y lo que más me gusta es que capaz no lo veo durante un rato y de repente cruzamos miradas y me mueve la cola como si no me hubiera visto en todo el día.

¿Qué cosas aprendiste de él?

De Manuel lo que me parece maravilloso es que sabe e interpreta las cosas muy bien dentro de la casa. Él sabe dónde está su comida, dónde están sus cosas, comparte mucho. Pide todo el tiempo comida. Otra cosa que aprendí de él es a tomarme todo con calma. Por ejemplo, se levanta y se estira, y yo lo miro y digo: “Ay, tal cual”. Hay que aprender a hacer una pausa y estirarse. Él tiene una cosa de placidez que me encanta. Otra cosa muy linda que tiene es su mirada, hay algo en cómo me busca la mirada que me genera sensaciones de “qué te pasa a vos, cómo estás?” muy genuinas. La mirada del amor es lo más fuerte: te busca porque te quiere, te cuida. Con los perros hay una conexión tan fuerte que, cuando se van, sentís mucho vacío. Con Alicia me pasó eso y fue muy triste. Cuando volvía a casa sentía tanto vacío que no quería estar ahí.

Es que hay algo que sucede en la pérdida de un perro que poco se habla, y es ese vacío justamente…

Ellos son angelitos que vienen a guiarte. Son realmente una parte muy importante de tu vida. Viven menos y están, realmente, para enseñarte a disfrutar: vienen a hacerte compañía, a que la pases mejor, a no exigir más allá de lo que se puede. Si uno entiende eso, cuando se van sentís un vacío grande. Por eso me cuesta el “reemplazo” de un perro por otro. Me pasó que cuando murió Alicia yo veía en todos los perritos los ojos de ella, diciéndome “llévame”. Con Manuel me pasó que yo no lo busqué. Vino bastante más rápido de lo que a mí me hubiese gustado, pero llegó con una energía que me hizo salir de esa tristeza, de ese recuerdo. No es un reemplazo, pero otra vez volví a darle ese amor a otro ser muy puro.

¿Qué le dirías a alguien que tiene ganas de adoptar pero no se anima?

Para mí es necesario que se entienda que somos todos iguales. Ellos son parte de nuestra familia y tienen una relación muy fuerte con nosotros. Antes había una costumbre en la cual se trataba al perro solo como un animal: dormían afuera, comían cualquier cosa, etc. Ahora es todo mucho más consciente, y entiendo que se critique que se humanicen a los perros, pero la verdad es que eso es algo muy lindo porque son parte de nuestra vida.  Otra cosa que hay que entender es que, más allá de esa compañía y ese amor, ellos tienen que ser retribuidos. Hay un poema que dice: “Si viera un perro muerto me moriría de orfandad pensando en las caricias que recibió”, y realmente todas esas caricias, en la vida, para ellos son tan importantes que después, hasta cuando no están, los sentís y los recordás. Pero también es cierto que tener un perro es una responsabilidad muy grande y que por ahí te atan un poco. Tengo amigos que no salen porque no quieren dejar solas a sus mascotas y, en ese punto, creo que es importante recordar que podemos llevar a nuestros perros con nosotros, pero que ellos también entienden que te vas y te esperan hasta que vuelvas. 

 

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